Tengo una idea...
Chinguesumadre, me voy. /lo hago. /lo digo.
El problema con aplicar esta frase en muchos, muchos aspectos de mi vida es que, por mucho que sé que cuando sea una viejita tatuada y feliz que no se arrepentirá de que no le faltó hacer nada, seré una viejita que no sabrá que habría pasado si no lo hubiera hecho.
Supongo que es el precio a pagar de querer seguir con convicción todas las ideas locas que se me ocurren, hasta sus últimas consecuencias.
Es la habilidad de poder darle en la madre al si-yo-hubiera.
Es la necesidad de explorar todas las posibilidades, aún cuando me acaben reventando en la cara.
Me genera una satisfacción muy extraña. Muy grande y chida, pero... extraña.
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