martes, 13 de septiembre de 2016

Y tú qué.

Una casa, otros mundos.

Julio-agosto-septiembre del 2016.

A quien corresponda:

Asunto: Invitación a “CompArte y ConCiencias por la Humanidad”.

Sí, lo sabemos. Días y noches donde la amargura parece ser el único horizonte. Pasos arrastrados por el dolor, la rabia, la indignación; tropezando cada tanto con las impertinentes miradas del cinismo y la desilusión; la estupidez entronizada en puestos gubernamentales y encuestas; la simulación como forma de vida; la mitomanía como táctica y estrategia; la frivolidad como cultura, arte, ciencia; el escalonado desprecio hacia lo diferente (“lo malo no es que exista lo otro, sino que se muestre”); la resignación a precio de mayoreo en el mercado político (“ni modo, sólo queda optar, ya no por lo menos malo, sino por lo menos escandaloso”). Sí, difícil, cada vez más difícil. Como si la noche se alargara. Como si el día postergara su paso hasta que no, nadie, nada, vacío el camino. Como si no hubiera respiro. El monstruo acechando en todos los rincones, campos y calles.

Y a pesar de todo eso, o precisamente por todo eso, le mandamos esta invitación.

Sí, parece que no viene al caso o cosa, pero nosotras, nosotros, zapatistas, le estamos convidando a usted para que participe en los festivales CompArte y ConCienciaspor la Humanidad”. Así que, en cumplimiento de las formalidades, debemos enviarle una invitación. Algo que precise un calendario y una geografía, porque usted tiene su propio camino, su paso, su compañía, su destino. Y tampoco es cosa de agregar dificultades a las que usted ya enfrenta. Así que sí, en una invitación debiera señalarse el dónde y el cuándo.

Pero ya sabe usted lo que somos. Nuestro modo, pues. Y entonces la pregunta que, pensamos, tiene que responder una invitación, no es tanto el lugar y la fecha. Sino el por qué. Tal vez por eso esta invitación no cumple con las formalidades del caso y le llega a destiempo, o después o antes. Pero eso no importa, ya verá usted.

Entonces por eso es que es muy otra esta invitación, por eso es que, como parte esencial, tiene esta pequeña historia:

UNA CASA, OTROS MUNDOS.

Más que historia, podría ser leyenda. Es decir, no hay manera de confirmar la veracidad de lo que aquí se narra. En parte porque no se precisan ni calendarios ni geografías, es decir, pudo haber sido o no en cualquier lugar y en un tiempo indefinido; y también porque el supuesto no-protagonista de esta narración está muerto, finado, fallecido, difunto. Si estuviera vivo, bastaría preguntarle si dijo lo que aquí se dice que dijo. Cierto, es muy probable que, tenaz en su andarse por las ramas, se extendería él en la descripción de ese calendario impreciso.

Así que no tenemos la fecha precisa, les quedamos a deber el calendario y sólo diremos que hará ya más de dos décadas aproximadamente. ¿La geografía? Las montañas del sureste mexicano.

Nos lo contó el Comandante Tacho, aquella madrugada en que, dentro de una champa, se describía la casa del sistema, la casa del capital, la tormenta, el arca. La champa donde nació lo que después sería el semillero. Creemos que dieron un receso para café…. o suspendieron la reunión para continuar al día siguiente… A decir verdad, no lo recordamos bien. El asunto es que nos quedamos platicando con el Tacho y es él quien nos contó lo que ahora aquí les detallamos. Claro, cierto, hay un poco de trampa porque agregamos, arreglamos y acomodamos las palabras originales de Tacho. No por mal querencia, desprecio o ganas de remendar los recuerdos rotos, sino porque ambos, quienes ahora le escribimos a usted, conocíamos más del finado y podemos reconstruir así sus palabras y sentires. Va pues:

Habla el comandante Tacho:

No muy me acuerdo cuándo, pero fue cuando el difunto Sup no estaba todavía difunto. Estaba el Sup como de por sí, desvelándose y fumando su pipa. Sí, mordisqueada la pipa, como de por sí. Estábamos dentro de la champa de la tal vez comandancia, aunque todavía no era champa. O sea que todavía no estaba terminada. O sea que no era comandancia todavía. Tal vez iba a ser, pero no todavía. Estábamos contando chistosadas. Sí, cosas que pasan en los pueblos, en las reuniones, en los trabajos de la lucha. El Sup de por sí sólo escuchaba, en veces se reía, en veces preguntaba para saber más. Antes de conocerlo yo no entendía. Ya más después comprendí que esas historias aparecían luego en los comunicados como cuentos. “Posdatas”, les decía él, creo. Yo una vez le pregunté por qué ponía como cuento lo que de por sí había pasado. Y él me dijo “es que no lo creen, piensan que invento o que imagino, entonces lo pongo como cuento porque no están preparados para conocer la realidad”.

Bueno, pero entonces ahí estábamos. Entonces él le preguntó al Sup…

Sí, Tacho ha usado el tercer pronombre del singular: “él”. Para aclarar le preguntamos si con “él” se refería al Sup. Nos respondió molesto: “no, él lo preguntó al Sup”. No quisimos insistir porque supusimos, tal vez erróneamente, que ahí no estaba lo importante de la historia, o que era sólo una pieza de un rompecabezas aún por armar. Así que el Comandante Tacho usó la palabra “él”. No “ella”, ni “yo”, ni “nosotros”. Dijo “él” para referirse a quien interrogaba al Sup.

Oí Sup ¿y por qué, cada que se hace una casa, preguntas si se hace por usos y costumbres o por el método científico?

Aquí Tacho se sintió en la necesidad de aclarar:

Cada que hacíamos una champa, el finado SupMarcos llegaba y quedaba mirando las vigas y travesaños. Y siempre preguntaba: “Ese travesaño que estás poniendo ahí, ¿lo pones porque lo necesita la casa?” Entonces yo le respondía: “Sí, porque si no se pone, pues el techo se cae luego”. “Ah bueno”, decía el Sup, “pero ¿cómo lo sabes que, si no lo pones, se cae el techo?”. Yo me le quedaba viendo porque ya sabía que ahí no estaba el asunto. No era la primera vez que preguntaba. Entonces él seguía “Sí, ¿lo pones porque lo sabes científicamente que si no lo pones se cae, o lo pones por usos y costumbres?”. Yo le decía: “por usos y costumbres, o sea que así me enseñaron. Así hacía las casas mi papá y él aprendió con mi abuelo y así hasta muy lejos”. El Sup no quedaba contento, y siempre terminaba por subirse a la viga central, cuando no tenía todavía macizos los refuerzos, y, balanceándose como si montara un caballo, preguntaba “entonces si yo me subo aquí, ¿se va a caer la viga?” Y zas, tiro por viaje que se caía. Sólo decía “¡Ay!” y ahí en el suelo sacaba su pipa, la prendía y así tendido miraba al techo, con la cabeza recostada en la viga rota en el suelo. Sí, claro que nos reíamos todos.

Entonces es por eso que él le preguntó al Sup que por qué siempre preguntaba si usos y costumbres o método científico. Porque no una vez que pasó así. Siempre que se mudaba la comandancia y me tocaba dirigir la construcción de la nueva champa, así pasaba. Llegaba el Sup, preguntaba, le respondía, no quedaba conforme, se subía a la viga, se rompía, y al suelo.

(nota: comentando entre nosotros, concluimos que el calendario aproximado de lo que relata Tacho es en los primeros meses de 1995, cuando la persecución gubernamental contra nosotros, que es cuando la comandancia se mudaba continuamente, acompañando al pueblo de Guadalupe Tepeyac en el exilio. Fin de la nota y sigue hablando Tacho):

Entonces es para que entiendan por qué él le preguntó eso al Sup. Otras veces le había yo preguntado, pero no respondía cabal. No porque no quisiera, sino porque siempre lo llamaban en el radio en ese momento, o alguien más llegaba. Entonces yo también quería saber la respuesta.

El Sup lo quitó la pipa de la boca y la puso a un lado. Estábamos sentados en el suelo, como quien dice. Hacía mucho calor, como de por sí siempre que se va a venir una lluvia fuerte. Yo entendí que va a dilatar la respuesta. Porque cuando respondía rápido, el Sup ni siquiera se quitaba la pipa. O sea que hablaba como que muerde las palabras y salen como masticadas y aboyadas.

Entonces el Sup dijo… bueno, más bien me preguntó:

Oí Tacho, ¿cuánto mide esta champa?

3 por 4”, le respondí rápido porque de por sí no es primera vez que hacía.

“¿Y si fuera de 6 por 8, ¿llevaría más travesaños de refuerzo?”, me preguntó.

De por sí”, le respondí.

¿Y si fuera de 12 por 16?

No respondí rápido, así que el Sup se siguió:

“¿Y si fuera de 24 por 32? ¿Y si 48 por 64? ¿Y si 96 por 128?

Ahí sí, les digo la mera verdad, pues me reí.

Está muy grande esa casa, no sé”, le dije.

Correcto”, dijo él, “se hacen las casas según la experiencia propia o heredada. Usos y costumbres, pues. Cuando se tiene que hacer una casa más grande, pues se pregunta o se prueba

Pero, digamos que nunca se ha hecho una casa de 192 por 256…

Me reí justo antes de que el Sup completara:

“… kilómetros

Errr, ¿y quién quiere una casa tan grande?”, le dije entre risas.

Él encendió la pipa y luego dijo: “Bueno, más fácil ¿y si la casa fuera del tamaño del mundo?

No, pos está cabrón. Creo que no se puede imaginar una casa así de tan grande, ni para qué”, le dije ya más serio.

Se puede. Las artes pueden imaginar esa casa, y ponerla en palabras, en sonidos, en imágenes, en figuras. Las artes imaginan lo que parece imposible y, al imaginarlo, siembran la duda, la curiosidad, la sorpresa, la admiración, o sea, lo hacen posible.

Ah, bueno”, le dije, “pero una cosa es imaginar y otra hacer. Creo no se puede hacer una casa así de tan grande”.

Se puede”dijo él y dejó a un lado la pipa rota.

Porque las ciencias saben cómo. Aunque nunca se haya hecho una casa del tamaño del mundo, las ciencias pueden decir, con certeza, cómo sería una construcción así. No sé cómo se llama, pero creo tiene que ver con resistencia de materiales, geometría, matemáticas, física, geografía, biología, química y no sé cuántas madres. Pero, aunque no se tenga la experiencia de antes, o sea, sin usos y costumbres, la ciencia sí puede decir cuántas vigas, refuerzos y travesaños se necesitan para hacer una casa del tamaño del mundo. Con el conocimiento científico se puede decir qué tan profundos los cimientos, qué tan altas y largas las paredes, qué ángulo debe tener el techo si es a dos aguas, para dónde tienen que estar las ventanas, según si frío o calor, dónde las puertas y cuántas, de qué material se debe hacer cada parte, y cuántas vigas y refuerzos debe tener y en dónde.

¿Estaba ya pensando el finado en la transgresión de la ley de gravedad y todas las líneas rectas que se encadenaban a ella? ¿Imaginaba o conocía ya la subversión del quinto postulado de Euclides? No, Tacho no se lo preguntó. Y, a decir verdad, nosotros dos tampoco se lo hubiéramos preguntado. Parece difícil que, en esos días sin mañana, con las aeronaves artilladas agitando cielo y tierra, hubiera tiempo para pensar en el arte, mucho menos en la ciencia.

Habían quedado todos en silencio, recuerda Tacho. Nosotros también. Después de un momento de silencio y tabaco, siguió:

El Sup volvió a tomar su pipa y vio con pena que el tabaco se había terminado. Buscó en sus bolsillos. Se sonrío y sacó una bolsita de plástico con un poco de hebras negras. Tardó en encender la pipa, creo porque el tabaco estaba húmedo. Después siguió:

Pero no me preocupa si las artes pueden imaginar esa casa, los colores que la vestirían, sus formas, sus sonidos, dónde el día, dónde la noche, dónde la lluvia, dónde el viento, dónde la tierra.

Tampoco me preocupa si la ciencia puede resolver cómo se puede hacer realidad. De por sí puede. Tiene los conocimientos… o los va a tener.

Lo que me preocupa es que esa casa, que es un mundo, no vaya a ser igual que éste. Que la casa sea mejor, más grande todavía. Que sea tan grande que en ella quepan no uno, sino muchos mundos, todos, los que ya hay, los que todavía van a nacer.

Claro, habrá que encontrarse con quienes hacen artes y ciencias. No va a ser fácil. En principio no van a querer, no por malquerencia, sino por desconfianza. Porque tenemos mucho en contra. Porque somos lo que somos.

Quienes son artistas creen que vamos a obligar su quehacer en tema, forma y tiempo; que en su horizonte artístico sólo deberá haber machos y hembras (nunca otroas), del poderoso proletariado exhibiendo músculos y miradas luminosas en imágenes, sonidos, danzas y figuras; que ni siquiera insinúen la existencia de lo otro; que si cumplen, cantos y alabanzas, que si no cumplen, el encierro físico o el repudio. O sea que les vamos a ordenar que no imaginen.

Quienes hacen ciencias creen que les vamos a pedir que diseñen armas mecánicas, electrónicas, químicas, biológicas, interestelares, de destrucción masiva o individual; que los vamos a obligar a formar colegios para superdotados mentales donde, por supuesto, estarán los descendientes de los mandos con un ingreso asegurado aún antes de ser concebidos; que se reconocerá la filiación política y no la capacidad científica; que si cumplen, alabanzas y cantos; que si no cumplen, el repudio o el encierro físico. O sea que les vamos a ordenar que no hagan ciencia.

Y, además, como somos pueblos originarios, un@s y otr@s piensan que lo que hacen ell@s es arte y cultura, y lo que hacemos nosotros es artesanía y ritual, que lo que en ell@s es análisis y conocimiento, en nosotros es creencia y superstición. Ignoran que nosotros pintamos colores que, cientos de años después, aún desafían los calendarios, que cuando en la “civilización” todavía creían que la tierra era el centro y ombligo del universo, nosotros ya habíamos descubierto astros y números. Creen que amamos la ignorancia, que nuestro pensamiento es simple y conformista, que preferimos creer en lugar de conocer. Que nosotros no queremos el avance, sino el retroceso.

O sea que, como quien dice, ni se miran ni nos miran.

El problema entonces va a ser convencerlos de que se miren como nosotros los miramos. Que se den cuenta de que, para nosotros, son lo que son y algo más: una esperanza.

Y las esperanzas, amigos y enemigos, no se compran, no se venden, no se obligan, no se encierran, no se matan.

Se quedó callado. Yo quedé esperando para ver si él le preguntaba algo más al Sup, pero como no dijo nada, entonces yo le pregunté: “¿Y entonces qué nos toca hacer a nosotros?” El Sup suspiró nomás y dijo:

A nosotros nos toca primero saber que esa casa es posible y necesaria. Y luego, pues bueno, lo más fácil: nos toca construirla. Y para eso necesitamos el saber, el sentir, la imaginación, necesitamos las ciencias y las artes. Necesitamos otros corazones.

Ya llegará el día en que nos encontremos con quienes hacen las artes y las ciencias. Ese día les daremos un abrazo y, como bienvenida, les recibiremos con una sola pregunta: “¿Y tú qué?”

Entonces yo como quién dice que no me quedé conforme y entonces lo pregunté al Sup: “y después de que nos encontremos con esa gente, ¿qué vamos a hacer? El Sup se sonrío y dijo:

Etcétera.

-*-

Ahí termina la historia o leyenda que nos contó el comandante Tacho esa madrugada.

Y todo esto viene al caso, o cosa, según, porque queremos invitarle a usted para que venga o, de alguna forma se haga presente en esta tierra que somos.

Y es que, como quien dice, tenemos esta curiosidad que cargamos desde hace muchos calendarios, y pensamos que tal vez usted acepte la invitación y nos ayude a resolver una duda:

¿Qué se necesita para construir una casa nueva, tan grande que en ella quepan no uno sino muchos mundos?

Es todo, o no, eso depende de usted.

Desde las montañas del Sureste Mexicano.


lunes, 2 de mayo de 2016

02 de Mayo de 2016

"Todo empezó un día sin intención y mucha inocencia. Todo volvió a empezar. Volvimos a creer y a pensarnos. Volvimos a querernos en nuestros futuros. Volvimos a querer un futuro juntos. Compartiendo y viviendo de la mano. Volvimos a soñar juntos. Guau. Y cuánto lo hemos hecho de aquí hasta hace poco. Muy poco, pero espero que este poco del que hablo no sea a la vez demasiado. Demasiado para que ya no quieras tenerme en tus pensamientos mañaneros. Demasiado tarde para creer. No, solo espero que no. Espero no equivocarme pensando que no todo está dicho ni soñado.
Cree en mí por una última vez, por una vez más. Te lo pido. Cree en un 'nosotros' de nuevo. Quizás esta historia no tenga mucho más que contar, pero también puede que sí. Es aquí donde entra mi filosofía de que si nunca lo intentas, nunca lo sabrás. Y es muy verdad. Yo sí quiero volver a intentar hacer mis sueños realidad a tu lado. Y prometo no pensar en nada más que no vaya a ser tú y el momento presente que nos acompañe. Porque no habrá nunca nada más que el presente, siempre presente. Nada más existe. Solo existe el ahora y el tú.
Que salga bien es lo único que me repito hasta que te vea y te tenga que decir todo esto mirando a esos ojos color café que guardan muchas vidas, nuestras vidas. Vidas de dolor, de sueños y sobre todo de fuerza. No quiero tener miedo. Tan sólo quiero vivir creyendo que somos posibles. No forzaré mi felicidad puesto que no se lo merece. Mi felicidad merece ser libre y feliz. Sin crearme falsos sueños, ni promesas con el tiempo. Como todos, propongo que vivamos por y para nuestra felicidad y que sobre todo, luchemos por compartirla con quien queremos hacerlo. Y en el presente que ahora protagonizo, he decidido compartirla contigo.

Sólo espero que tú también me quieras en ella."

domingo, 3 de enero de 2016

Con el paso de tiempo, muchos perdemos la capacidad de sorprendernos del mundo y de sus colores, y cuando nos nombran adultos, a cada uno se asigna su único color correcto. Los rayos, pero ya no de luz, sino de colores, entran en la lucha por la pureza de sus matices. El arcoiris se apaga. Se derrama el rojo. Se oscurece. En la oscuridad brotan las estrellas, que a veces son faros para nuestras almas y otras, objetos voladores no identificados, y otras veces, velas en memoria de los arcoiris apagados.

A 22 años de saber que Otra manera para hacer las cosas funciona, persiste y vive.

martes, 17 de junio de 2014

De búsquedas inesperadas.

Alguna vez ya había escrito sobre búsquedas y encontradas. No me acuerdo muy bien cuándo pero me acuerdo que divagaba sobre el buscar y terminar encontrando algo completamente diferente.

E inesperado.

La última entrada a mi blog, la anterior a esta, trataba sobre lanzar botellas al mar. Esa botella regresó a mi con una respuesta muy inesperada acompañada de una búsqueda más. Pero en esta ocasión, la búsqueda no era mía. Después de mucho tiempo y de mucho acomodarse del destino -despacito, porque no tenía prisa-, era a mí, a la que buscaban.


<3>

jueves, 12 de diciembre de 2013

Botellas al mar.

Pues nada, nada que el nueve de marzo de dosmiltrece no haya sido dicho.

A veces me da miedo soñar como sueño normalmente. Muy "en vivo". Luego me despierto y ando aventando correos a través del tiempo, de los años, de los océanos, de los olvidos.


Así las cosas.

sábado, 9 de marzo de 2013

Lo bueno, lo malo y lo mejor.

Lo malo de perder mucho tiempo es que te das cuenta cuando ya acabaste de perderlo y lo ves de lejos.
Lo bueno de perder mucho tiempo es que sabes que en el fondo no eres tan tonta como para realmente haberlo perdido.

Lo mejor del asunto es que cuando superas algo que ya habías superado anteriormente, pues nada, ya lo habías superado anteriormente.


:)




Y bueno, pensándolo bien, voy a guardar esa carta. La definición del amor, cuando uno es joven y estúpido debe ser linda de recordar cuando ya no se es tan joven ni tan (espero) estúpido.


lunes, 14 de enero de 2013

lunes, 11 de junio de 2012

Sí te extraño, pero no te digo.

La cosa es que ya me estoy acostumbrando a estar acá, en la nueva rutina, desde el nuevo pelo del conejo blanco. Hundiéndome en la amullonadita y rosada piel, a propósito eso sí, poco a poco.
Hoy me topé contigo en un lugar del que se te olvidó borrarme. Ahí estábamos como si nada, como si siempre. Como si desde toda la vida. O desde hace diez años, da lo mismo.
La cosa es que no es la primera vez, no será la última pero es cagado cómo las coincidencias me siguen hablando, de distintas personas, desde distintas formas, desde distintos ángulos, sí, pero ahí están.
Ahora llegaron en forma de rola de metal progresivo. Metal, ya sabes.

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Hace tiempo que llevo queriendo poner esta fe de erratas, que aplica para mi blog, mi tuiter, mis rayones en los cuadernos de la secundaria, mi cerebro:
¿Saben qué es muy cagado? Sé que varias personas me leen, sé que varias personas re interpretan lo que escribo aquí según mi relación con cada uno. Es cagado porque la mayoría piensan que van dirigidos ó a ellos mismos, ó dan por hecho que, basados en lo mucho o poco que me conozcan, es para alguien más. Y se la creen. Se la creen firmemente. Lo cagado es, que como desde la primera vez que decidí escribir, yo no escribo para nadie en específico. Como para qué.

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until one day i stopped caring / and began to forget why i longed to be so close / and i disappeared into the darkness / until all that remained was buried / deep beneath the surface


martes, 14 de febrero de 2012

Apenas fue mi cumpleaños.

Creo que tengo un gusano en la cabeza. Comiéndose mi cerebro, más específicamente. O tal vez sería más acertado decir, jugando con cachitos de mi cerebro; los mordisquea, juguetea con ellos, los cambia de lugar, los pone aquí, allá, los avienta un poquito, los baja a la médula espinal, los empuja al hipotálamo, me los esconde en la nariz.

Sé que es un gusano buen pex, un gusano bonito. De hecho se resumiría que, gracias a sus travesuras lo peor que me ha llegado a pasar, su jugarreta más extrema, es hacer que me sienta culpable de irle agarrando la rienda a mi vida, con más fuerza cada vez. Desde que renuncié a la chamba y hasta ahora. Se incluyen obvio todos los matices del camino que yo no vislumbraba el año pasado y que he tenido que ir encontrando mientras camino y está chido. El horizonte que yo me plantée cuando renuncié sigue siendo el mismo. Pero en el ínter, uno pisa los matices, toma decisiones, uno siente cosas raras, le cambian la jugada y pues pinche gusanito.

Al final de cuentas está bien. Como cuando el gusano que imagino en mi cabeza cuestiona a una niña preguntona, la molesta, le hace ver las cosas y al final se vuelve mariposa y se va volando, tan tranquila. Está bien, es como diría mi abuela, parte del proceso; pero no deja de ser incómodo que pasen cosas en la cabeza de una causadas por un gusano (y no únicamente por una misma).


miércoles, 11 de enero de 2012

Buscar, encontrar, buscar, encontrar.

Es chistoso cómo cuando uno sí tiene que escribir, abre su blog, abre su cuadrito de nueva entrada y se le queda viendo, como si todas las respuestas de la vida fueran a aparecer ahí, de la nada, entre el cursor que parpadea y las opciones de edición.

La sensación, tan nueva y tan conocida al mismo tiempo, se quedó en sus sentido más de la cuenta. Todavía cuando arrancó el coche y manejó lejos, lo podía sentir. Cuéntame más del universo paralelo, le había pedido. Se arrepintió al momento de andar pidiendo tonterías. Se me hace que hoy tenías la cabeza en otro lado, le contestó. Como yo antes..., ahondó un poco más. A ella le extrañó la respuesta; ¿no era eso lo que precisamente a él le había gustado siempre? "Tener la cabeza en otro lado" como premisa...


Buscar lo que no se está seguro de querer encontrar es una paradoja bien rara. Bien rara y bien chistosa. Dejarse encontrar por lo que a uno le encantaría ser encontrado es la filosofía cursi que llega a mi cabecita una y otra vez desde la idea de ayer, de tomar fotos.



¿Será?


Yo, generalmente, si busco, es porque quiero encontrar. Sea un monstruo debajo de mi cama o el tesoro escondido al final del arcoiris. Uno busca, uno encuentra. Lo que debe quedar bien claro (y yo lo tengo más que aprendido) es que uno bien sabe qué busca, pero uno nunca sabe qué es lo que va a encontrar. Parte de la magia de buscar, supongo. Parte de la magia de arriesgar. Parte de la magia de no quererse quedar con las pinches ganas de hacer algo, haber hecho algo, haber dicho algo; algo así como "hey quiero tener 30 hijos contigo pero no te asustes, no vayas a creer que quiero tener 30 hijos contigo".

Quépinchemiedo. Quépincheorgullo de simplemente, atreverse.



martes, 15 de noviembre de 2011

Entrada de tumblr.



Simpático que en un universo de teamos uno se fija más en los silencios.




miércoles, 26 de octubre de 2011

Actualizaciones.

Pues nada, que el Osito Bimbo me la hizo. El muy cabrón.
Ya sabía, y ya me había mentalizado y todo. Pero igual no esperaba que fuera tan pronto. Bueno no, la neta sí esperaba que fuera tan pronto, que fuera por las fechas por las que fué y está siendo.

La vida y sus updates me alcanzaron una vez más.

Y está padre, eh. Con todo y la cita del doctor que tengo mañana. Con todo y el libro que se cerró hace poco y el que empiezo a hojear de nuevo. De lejitos todavía. Con cuidado. No se vayan a romper (o mojar) las hojas todavía frágiles, inseguras.

Con todo y todo. Venga, que a nuestra edad, la vida ya no espera.