Amo reirme como tonta. Amo decir tonterías que hacen a la gente reirse como tonta. El día que lo deje de hacer creo que saltaré de un puente.
No entiendo cómo alguien, cualquier persona, lo dejaría de hacer porque está en la oficina. Si ahí paso el ochenta por ciento de mi día, ahí hago el noventa por ciento de la pipí que hago al día, si ahí hablo el setenta por ciento de las cosas que hablo en el día y definitivamente ahí se queda el cien por ciento de mi esfuerzo mental diario (porque ya llevo un rato en el que llego a mi casa y desconecto el cerebro de tan pinche cansada que estoy), entonces por qué chingados no me voy a poder sentar de vez en cuando abajo de mi escritorio a comer chocokrispis y decir babosadas.
No señora jefa, señor jefe, usté ama mi trabajo y mi desempeño y se la pasa diciéndome que soy la onda y que no sabe qué haría sin mi y que soy listita y así ¿no? Y me contrató con arete en la nariz, tatuaje en la nalga y pendejadas en la cabeza ¿no?
Ahora se chinga.
Hace 3 semanas