martes, 3 de febrero de 2009

Recuerdo del pasado (que me encabrona).

Cuando tenía como 5 o 6 años iba a jugar a casa de mis amiguitas. O ellas iban a la mía. Bueno, más bien, iban al departamento donde vivía yo en el nunca bien ponderado Distrito Federal.

Dentro de la emoción de pedir permiso a las mamás saliendo de la escuela, comer en comedor (o cocina o desayunador) ajeno, con cubiertos ajenos, lavarse las manos en baño ajeno, sentarse en sillas ajenas, etc. estaba la necesidad de enseñarle a la mamá y/o hermanitos de la amiguita que todas éramos bien educaditas, lindas niñas bien del J.A.K. Institute.
Que sabíamos decir "por favor", "gracias" y usábamos la servilleta constantemente y nos lavábamos las manos antes de comer y después de ir al baño.

(Que hueva, digo yo. Las hijas de alguien algún día tendrán que aprender todo eso... Ja.)

Después de comer y decir "buen provecho, muchas gracias" era el momento de ir al cuarto de la amiguita y jugar durante dos o tres horas máximo, que era cuando tu mamá aparecía en la puerta (tipo 7:00pm) haciendo small-talk con la mamá de la amiguita, agradeciéndole las atenciones y rezando por dentro que el papá o el hermano mayor no nos hubiera toqueteado (oh si, las mamás son bastante psycho generalmente) o algo peor como haber dicho groserías en nuestra inocente presencia.

Entonces venía el momento de "-nombre de la amiguita-!!! ya llegó la mamá de -mi nombre-, recojan los juguetes porque ya se van..."
Respuesta de las vocecillas inocentes que dicen "Ayyyy no maaaa, 5 minutos más es que estamos jugando a las barbies"
"Bueno, a las 7:30 las quiero aquí abajo, con -mi nombre- lista para irse con su mamá"
"Okey mami"

A eso de las 7:15, la mayoría de mis responsables amiguitas y yo nos poníamos a recoger los peluches, barbies, muñecas, playmobiles, carritos, transformers, etc. con los que habíamos ejercitado la imaginación durante las últimas horas de la tarde.
Siempre era así. Siempre era igual. A la hora acordada yo estaba abajo con mi mochilita, loncherita y chamarrita, lista para irme con mi mami y seguir siendo felices.

Generalmente era así. Pero oh no. Así no era con la vecinita del edificio de enfrente.
Era una cabroncita de lo peor y si había algo que me enojaba a mis inocentes 5 o 6 años de vida era ella y su cabroncez. Verán...

La vecinita del edificio de enfrente tenía un serio problema a la hora de recoger los juguetes, estimuladores de la imaginación infantil. Le pondremos M. para efectos de no-balconeo en este blog...

Cuando M. se tenía que ir a su casa, no llegaba su mamá por ella. Obvio... pues era la vecinita del edificio de enfrente y cuando jugábamos entre vecinitas, las mamás nos ponían una hora de llegada que había que respetar. Ahora, después de tantos años, me doy cuenta que su familia era un poco disfuncional y por eso a la pobre no le daban hora de llegada. Perra.

Llegada la hora de recoger (decidida por la mamá de la casa donde estaba jugando la vecinita del edificio de enfrente) M. se levantaba muy educadita ella, muy modosita y decía "Perdón, no me puedo quedar a recoger porque mi mamá me dijo que llegara las xx:00pm, gracias, hasta luego" Y se iba. Dos o tres veces pasó y decíamos las demás vecinitas junto con la mamá de la casa, ay bueno, no puede llegar tarde, pobrecita recojamos entre nosotras.

Pero no dejó de pasar, M. se descaraba cada vez más; si eran las 6:45 decía que tenía que llegar a las 6:50 y si eran las 6:50 decía que tenía que llegar a las 6:55. Inteligente la chiquilla. Y si cuando llegaba a la casa a jugar se le preguntaba la hora de llegada que tenía, decía que no la había y a la mera hora de la recogida se acordaba milagrosamente. Perra infeliz.

Lo peor del caso es que me sigue encabronando porque nunca pudimos hacer nada. Aún cuando todas las vecinitas nos unimos en su contra y ya no le prestábamos las Barbies chidas y le dejábamos los playmobiles mordidos por el perro. Nunca pudimos hacer nada y ella siempre se fue sin recoger.
Luego me enteré que su papá le pegaba y la mamá lo dejó porque él no aprobaba que ella bailara en cierto club de noche. Y no es que donde yo vivía vivieran mujeres que bailaban en clubes de noche...

Hace como cinco años la volví a ver. Estábamos en la casa nueva de una de las vecinitas de aquélla época. No jugamos a las Barbies esta vez. Pero cuando se acabó la fiesta y tuvimos que recoger los vasitos rojos y juntar las botellas, M. se levantó y dijo "Ayyy sorry que no les puedo ayudar a recoger, mi novio ya me está esperando en el coche."
Perra infeliz, doblemente y del demonio. Sabíamos bien que no tenía novio.

5 comentarios:

Milky dijo...

nena no le pongas de nombre M, me siento mal jajajajaja
que pok madre con la morrita M, la llegué a odiar por un momento! jaja

Xenomorph dijo...

Pues de cierto modo... criticándola sin saber su historia hubo prejuicio, pero tampoco la voy a defender porque ya después se la mamaba... ella a fin y al cabo también es un ser pensante con poder de ejercer un cambio en su forma de ser.

En fin... ¿saben de que me acordé?

"Mmmm... es que mi Buick no tiene placas"
jajajajaajajajajajaaja no ma!

Milky dijo...

jajaja que pok amigo real!
eso no se dice jajajaja

Ninja Peruano dijo...

Wow, la primera parte del post describió perfectamente mi infancia.
Cambiando Barbies por Nintendo, claro.

La segunda parte describió perfectamente mis pretextos para no limpiar vomitos ajenos. O propios.
Cambiando novio por novia, claro.

La Alicia dijo...

Mil a.k.a. Pretty Coñito: No eres tú, obviamente!!!! Tu serías la vecinita de la casa de junto...

Daniel: Pero es simpático, o fue simpático ver como su patología no-recogística siguió y supongo que seguirá durante su vida. Jajaja a la del Buick la perdonamos todos y la queremos y así.

Ninja: Amo tu infancia. Y sí, supongo que todos aplicamos acá el pretexto con eso de los vómitos. Pero cuando yo tenía 17 todavía no vomitaba en las fiestas y así... Al menos que recuerde.